Una vez oída la sentencia de muerte, los Santos se llenaron de júbilo, como si de una festiva noticia se tratara. Semejante actitud desconcertó a los musulmanes, que no acertaban a comprender el motivo de tanto regocijo. Imbuidos por estos deseos de martirio es comprensible que los siete heraldos de la fe cristiana emprendieran una proeza tan desastrosa desde el punto de vista puramente humano, pero que para ellos, hombres de fe, era ganancia y beneficio. Lejos de su patria, desprendidos de todo, arrastrando los peligros de un penoso y comprometido viaje, caminan hacia tierras de berbería convencidos que no hay mayor amor que el que da la vida por sus amigos.
San Francisco de Asís significó cómo deben ser por vocación los hermanos menores cuando, enterado de la muerte gloriosa de los cinco Portomártires en Marrakech, manifestó tanta alegría, que dijo a los circunstantes: «Ahora verdaderamente se puede afirmar que hay cinco frailes menores».
Los Santos recibieron la sentencia de su martirio como los campos polvorientos y secos reciben la deseada y refrescante lluvia. Llevando delante un pregonero que anunciaba la causa de la condena y detrás una turba enfurecida, llegaron a la plaza o lugar donde debía consumarse el cruento sacrificio. En Ceuta existe una playa conocida vulgarmente con el nombre de "Playa de la Sangre", con el que se indica que fue allí donde sus Santos Patronos obtuvieron la palma del martirio. Daniel y Compañeros fueron decapitados, siendo posteriormente sus cuerpos entregados a la chusma, hasta que los cristianos piadosos recogieron sus sagradas reliquias.
El día 10 de octubre se consumó el martirio. La trayectoria hasta este día sería: