DOMINACIÓN PORTUGUESA

Fue conquistada por una armada a cuyo frente venía Juan I de Portugal, el 21 de agosto de 1415. Las crónicas medievales nos hablan de razones religiosas y caballerescas para justificarla, mientras que autores más modernos se fijan en las necesidades de expansión, de interrupción de las rutas de oro, marfil y especias que venían del interior de Africa; el situar un punto de socorro a las naves que transitaban el Estrecho y constituir una base para acabar con la piratería que reducía sensiblemente el volumen del tráfico de mercancías que salían del Mediterráneo al norte de Europa.

Juan I de Portugal, permaneció en Ceuta hasta el 2 de septiembre de aquel mismo año, fecha en la cual dejó al mando de la Plaza a D. Pedro de Meneses y con él las bases para su gobierno. He aquí la razón por la que la Asamblea de la Ciudad Autónoma consensuó este día, 2 de septiembre, como el más apropiado para celebrar nuestra festividad institucional.

Meneses organizó, con los efectivos que dejó el monarca, compañías de infantería, caballería y marina, que son el origen de nuestra guarnición; con los caballeros un consejo consultivo, que luego fue Cámara, Ayuntamiento y hoy es nuestra Asamblea; con los más eficientes hidalgos se sirvieron los puestos de Juez, Veedor, Escribano, Tesorero...; y con los profesionales el Hospital del Infante y la Botica, entre otros servicios. Tampoco se descuidó la vertiente espiritual y pronto se afincaron las comunidades de Franciscanos y Dominicos en sus respectivos conventos, nacieron templos y cofradías y, desde 1421, hubo Obispo, Catedral y Cabildo para regir esta última. Ni siquiera olvidó el Rey el socorro exterior, que encomendó a la Orden de Cristo, cuyo Gran Maestre sería desde muy pronto el Infante D. Enrique –verdadero motor de la conquista– ni los símbolos: En las murallas quedó tremolado el Pendón Real y la Bandera de Lisboa.

Del primero procede nuestro escudo, que con ligeras variantes es el del reino lusitano, adoptándose la bandera de San Vicente como la de Ceuta y, junto a ellos, el áleo, bastón de nudos con el que D. Juan confirió el mando de la Plaza a Meneses ha continuado, hasta hoy, en las manos de la Virgen de Africa, simbolizando su gobierno. Se trata de la misma imagen que nos enviara D. Enrique hacia 1418.

Ceuta se constituyó en cabeza de puente para un imperio luso en Africa, el primero de los ultramarinos, que vería éxitos y fracasos en Arcila, Tánger, Alcázar Seguer (donde fue cautivado el Infante D. Fernando, quien diera su vida porque no fuese entregada nuestra ciudad) o Alcazarquivir. La ciudad se transformó fortificándose su istmo. En tan estrecho recinto vivía una población compuesta por nobles, militares, religiosos y gentes de oficio, que combatían, convivían y a veces, también, redimían errores pasados. En ella nacerían Santa Beatriz de Silva y el Beato Amadeo, combatiría Luis de Camoens y trabajaría como obrero San Juan de Dios.

En 1578 falleció en la batalla de Alcazarquivir el Rey Sebastián. Felipe II había ordenado a D. Alvaro de Bazán que vigilara en el Estrecho las posibles represalias contra la ciudad, que pudieran conducir a su pérdida. No fue necesario y así, cuando se produjo el fallecimiento del Cardenal D. Enrique, el ya Rey Felipe I de Portugal pudo mandar al Corregidor de Gibraltar a tomar posesión de ella, tremolando el Pendón Real que hoy día conservamos, con las armas de España por una cara y las de Portugal por la otra, en un hermanamiento que continúa en la historia y los sentimientos de los ceutíes.


Ceuta española